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Conciencia Azul

Dioses Atómicos

DIOSES ATOMICOS

Editorial Kier
Edición agotada


El cuerpo es una forma compuesta, a la que contribuyen muchas fuentes y períodos de experiencias, pasada y presente. En nuestras prácticas, tales experiencias son recapituladas.

 

Los centros inferiores representan los períodos más bajos y nuestra naturaleza animal, y están situados en la parte inferior de la vértebra. Los centros por encima del ombligo, representan estados de evolución y de conciencia más desarrollados. Los centros inferiores han de llegar a ser nuestros sirvientes, no por conquista, sino por contralor. Si fracasamos en esto, ellos nos perturban y tratarán de dominarnos, convirtiéndonos, no en hombres-dioses sino en bestias. No entenderemos la vida plenamente hasta que conozcamos las fuerzas vivientes en nuestro interior, y transplantemos a nuestro cuerpo átomos de naturaleza superior. Con el tiempo, ello ayudará a la humanidad a ser la personificación de la justicia.

 

Nuestros centros atómicos son similares a grupos de estrellas en el firmamento; cada átomo es una minúscula inteligencia que gira en su propia esfera. En nuestra aspiración, nos unimos a los átomos que nos han precedido en la evolución; puesto que ellos evolucionan como nosotros. Este cuerpo es su universidad y ellos preparan el camino que hemos de seguir.

 

Divisiones diferentes de conciencia o de seres, seccionan la estructura del hombre. Cuando el estudiante penetra en sus planos interiores, se da cuenta de que este mundo es sólo una ilusión, y el tiempo y el espacio son diferentes, cuando se los observa desde dichas divisiones. Estos planos envían su energía a la mente y el estudiante descubrirá a su tiempo, que él mismo es parte de un gran esquema universal.

 

Quienes no malgastan su tiempo, sino que trabajan para redimir su naturaleza inferior, penetrarán, con el tiempo, en sus propios dominios y encontrarán allí la paz de Dios que trasciende toda comprensión, se sobrepondrán a toda aflicción o dolor y se sentirán en perfecta armonía con su conciencia interior.

 

Desde estos dominios internos, observarán que, en la atmósfera de la Naturaleza, palpitan inteligencias y serán admitidos a mundos de belleza inspiradora y radiante; de creaciones que los ennoblecerán, porque allí son reveladas las ocultas glorias del Planeta; allí los soberanos de los elementales esperan para darles entrada a sus territorios.

 

Cuanto más profundiza el estudiante, más adquiere esta energía y claridad, sin paralelo en su estado normal. Se efectúa en él un cambio completo y percibe, como nunca las percibió, las posibilidades de su futuro bienestar; a la vez que se da cuenta de lo indolente que ha sido hasta entonces.

 

Una vez estamos correctamente relacionados con los átomos del Universo, podemos atraer sus poderes. Sin embargo, si el estudiante no tiene amor en su corazón, será incapaz de atraer a los átomos que han de ayudarle a recuperar su herencia perdida. El esfuerzo mental, por sí solo, nunca lo unirá a su Universo Central.

 

En nuestro interior, residen muchos átomos que imparten su sabiduría a nuestra atmósfera, a fin de apresurar su propio desenvolvimiento. De la misma manera que el farmacéutico ha de saber lo que pone en sus medicinas, así también el estudiante ha de adquirir el poder de analizar cualquier atmósfera. Esto le enseña hasta qué punto responden los átomos, como también el grado de inteligencia y la apariencia externa de los mismos.

 

El hombre es el resultado de sus propios pensamientos y de su medio ambiente mental.

En el pasado, vivió en período de brillantez y esplendor, más allá de la ilusión, y puede ponerse en contacto de nuevo con átomos que representan tales períodos. En esta nueva Era, puede, una vez más, recuperar las propiedades de su herencia perdida; de su progenitura divina.

 

Una vez el estudiante recupera el poder de pasar revista a sus vidas pasadas, puede empezar a corregir sus faltas y buscar los poderes perdidos a causa del egoísmo y del abuso. En cuanto ha recuperado éstos, puede evocar en otros una consecución atómica similar.

 

Con frecuencia, oímos hablar del retorno de un Salvador del Mundo; sin embargo, no nos damos cuenta de que, potencialmente, cada ser humano es su propio Salvador y que posee átomos que hacen germinar, en su atmósfera mental, las cualidades de suprema iluminación. Este átomo iniciático mora en cada cosa viviente, lo mismo que en el hombre; pero, únicamente, aparece cuando hemos entrado en los estados más profundos de nuestros mundos internos.

 

Esta inteligencia no se llama Cristo ni Buddha, sino que se lo llama por medio de un sonido secreto, que posee los principios de justicia.

 

mediante constante aspiración y pureza de pensamiento, esperamos llegar a la cumbre de esta consecución y, también, reunir el conocimiento que los átomos evolucionados poseen y vincularlos con aquellos que reflejan nuestras aspiraciones más elevadas. Sólo aspirando a la pureza, se puede recibir belleza; ello nos traerá también claridad mental y la inmediata sensación de descanso, no importa cuan cansados nos sintamos.

 

Cuando deseéis cierto conocimiento, aspirad e invocad al Intimo, para que os conecte con el centro o división correspondiente de la fuente de información. En los estudios más profundos de esta práctica, buscamos la esencia de nuestras experiencias pasadas, después de pasar revista a nuestras encarnaciones anteriores, sean buenas o malas.

 

Una vez que hayamos convertido la suma total de nuestras experiencias en sabia inteligencia, sentiremos (si somos observadores al practicar) los atributos de valor y estímulo; esto quiere decir que, al aspirar, hemos inhalado los átomos poseedores de la conciencia perteneciente al mundo del Intimo.

 

Sólo llegamos a darnos cuenta de nuestros propios obreros atómicos (los cuales laboran,

incesantemente, en el crecimiento de nuestro sistema nervioso) al penetrar en nuestros planos internos. Al comprender esto, debemos darles nuestro amor y alentarlos.

 

Si deseamos gobernarnos y analizar nuestras condiciones, hemos de trasponer las barreras, que separan nuestra propia soberanía, de este mundo ilusorio; por cuanto no podemos esperar que el Intimo impulse el crecimiento de nuestras mentes hasta que busquemos la unidad con él. Cada sección de nuestro cuerpo tiene su vibración atómica individual y, en nuestra práctica, hemos de analizarlas, al juntarse dentro de la fosa nasal. Entonces, llamamos a los átomos que nos instruyen y ellos nos ayudan, dándonos la cualidad de equilibrio.

 

Al inhalar, parece como si se abriera, lentamente, una puerta en nosotros y nos sentimos

atraídos a otra esfera. Con el tiempo, esta respiración será regulada por el Intimo. Cuando esto ocurra, sabremos, por primera vez, el significado de la respiración rítmica, y sentiremos que otro Ser, en nuestro interior, toma el mando y nos imparte una actitud de alerta y percepción, nunca sentida antes. Este es el lindero de nuestro universo individual.

 

EL ATOMO NOUS

 

En el ventrículo izquierdo del corazón, mora el átomo principal; el diminuto modelo al cual el cuerpo físico debe, con el tiempo, amoldarse en su progreso. Es un cuerpo giratorio que vive en su propia atmósfera; se lo llama el Maestro Constructor, porque tiene a su cargo todos los principios constructivos de nuestro cuerpo físico.

 

Como general en mando, tiene ejércitos de constructores e ingenieros atómicos, que trabajan bajo su dirección. Estos son los átomos Aspirantes, que buscan al Intimo, igual que nosotros. Este Maestro Constructor tiene su personal de inspectores, los cuales, con frecuencia, sacrifican su propio desenvolvimiento en favor de quienes están menos desarrollados que ellos.

 

Nuestra primera práctica consiste en atraer la atención de este Maestro Constructor o Átomo Nous, utilizando para ello a los átomos Aspirantes que nos armonizan con su propia inteligencia.

 

El organismo físico es como tierra extranjera para estos bien dispuestos átomos, cuya tarea consiste en poner tal organismo a tono con sus posibilidades espirituales más elevadas. El Maestro Constructor mora en la sangre más pura del corazón, con autoridad absoluta sobre los átomos que le obedecen.

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